Si no hay huertos , no es mi revoluciòn.


Los revolucionarios que no tienen huerto, que dependen del mismo sistema que atacan, y que producen palabras y balas, y no comida ni abrigo, son inútiles
Bill Mollison
Quiero escribir sobre mi conversión a lo natural, casero, homemade , DIY  y orgánico.
A pesar de que  a mis 17 años ya estaba enterada de procesos industriales y agropecuarios, aún me faltaba un largo camino hacia la conciencia o hacia la educación ambiental, decidí tener un hijo a los 18 años y fue el comienzo de mi preocupación por el medio ambiente.
Qué curioso que antes que me pusiera  a pensar  en lo que implicaba ser madre a mi edad, me preocupaba más  por todos los pañales desechables que ya se estaban usando y mi primer  meta fue no usar los pañales desechables .
Recuerdo que cuando estaba embarazada fui a una reunión  familiar en Xochimilco, íbamos todas en la trajinera, tías y primas. Algunas iban fumando tabaco y recuerdo haber visto a una de ellas lanzando su colilla al agua. E inmediatamente le dije algo, y ella me contestó diciéndome que no exagerara.
Me indigné y supe que por lo menos en mi familia nadie se preocupaba por el medio ambiente ni por el mundo que le iban a dejar a sus hijos.
Todos se preocupan  por mandarlos a estudiar una carrera que esté de moda y que encaje en las necesidades y tendencias del mercado capitalista. Se ocupan de tener una casa y de dejarles alguna herencia. Los presionan para que sean personas de bien y no usen drogas ilegales y que no sean inmorales o promiscuxs.
Pero no se ocupa de  la educación y herencia ambientales.
También mi embarazo me trajo claridad sobre qué cultura  le inculcaría a mi hijo y estuve asistiendo a un temazcal, donde hicimos  su siembra de nombre y le regalaron a mi hijo sus primero libros, arco y flechas, flores, plumas, agua y su nombre.
Creo que a partir de que tuve  a mi hijo  comencé a rebelarme mejor, pues ya no me trataban como a una niña y así fue que decidí no bautizarlo. 
Y justo ese pensamiento de ¿qué le voy a dejar a mi hijo? Ha sido el que me ha empujado  a descubrir  muchas cosas y a ver muchísimas cuestiones que no quería ver por mí misma y sí que pena que me preocupaba más por el que por mí misma. Pero a diferencia de mí, él tenía una mamá joven y agropecuaria que quería romper el molde de la mamá clásica.
Y literalmente, le rompí la madre al molde o esquema de madre, todo lo que se esperaba de mí al convertirme en madre, nunca llegó. No conseguí ser ese tipo de madre.
El primer huerto que tuve, fue convencional, usé agroquímicos y fertilizantes y “semilla mejorada” y era más a fuerzas que por gusto. Aún así me gustó por que a pesar de estar embarazada igual podía trabajar en él y sin problema alguno. Mi primer cosecha la vendí al negocio de  comida de mi tío y recuerdo lo genial que me sentí cuando me dieron dinero por ese trabajo.
Me entusiasmé tanto que recordé mis tiempos de primaria y comencé a ir de nuevo a Chapingo, como estaba embarazada no podía irme a las fiestas así que me aplique mucho en la biblioteca central de la universidad.
Leía todas las tesis de mis profesores pues yo debía elaborar una tesina, elegí la producción de tomate de cáscara y jitomate de invernadero. Y realmente deseaba llevarlo a cabo al terminar mi carrera, me imaginaba muy feliz mi vida produciendo comida y cuidando de mi invernadero y de mi hijo.
Eran sueños muy bucólicos que tenía y que quizá aún tengo.
Cuando dejé de ir a la escuela, creo que me aleje bastante de esas ideas y prácticas y me preocupé mas por qué le iba a dar a mi hijo, pues no tenía una pareja a mi lado y mi madre se había ido del país. Así que tuve mis primeros mc Jobs y viví la vida genérica durante unos años, hasta que me salud y mi hijo me exigieron un cambio.
Comenzó mi etapa más rebelde y más subversiva y dejé la vida que tenía para dedicarme a renegar de injusticias y malos manejos e intentar cambios sin noción alguna de lo que hacía y enfrentándome a grandes derrotas que me pusieron literalmente los pies en la tierra.
Comencé a preguntarme muchas cosas y a buscar donde fuera qué había venido a hacer al mundo aparte de a consumir y a ser consumida. Y me canse pronto del proceso de levantamiento represión que existía.  Buscaba el siguiente paso.
Observé a Atenco de cerca, noté que después de la represión se unieron y activaron más que nunca y llevaron a cabo muchas actividades y acciones no violentas para no dejar  de exigir la liberación de sus presos políticos. Y constantemente cuestionando las militancias y preguntándome que había más allá.
¿Qué opciones había para las personas que no deseaban arriesgarse a ser apresadxs o desparecidxs dejando asì solxs a sus hijxs? ¿Cómo era la resistencia civil?
Tenía tantas preguntas que los periodistas y los libros no me respondían pues para ellos solo había una cosa defenderse apoyar marchar litigar e informar.  Que pronto muy pronto serían contestadas. Y cuando más sola me sentía y cuando más me rechazaba el mundo por rechazar sus sistemas encontré algo.
Y eso abrió todos los caminos y vías que responderían a mis necesidades y preguntas. No ha sido fácil pues he tenido que cursar una carrera más, una sin reconocimiento ni validez ante el sistema.
Primero fue reparar mi persona de rezagos y olvidos y baches e ignorancias abismales no podía ayudar a nadie ni arreglar nada sin antes hacerlo por mí misma y  fue un duro batallar , pero lo logré
Hubo personas cruciales en este cambio mío, que aún no me siento lista para mencionar, pero sin las cuales no hubiera sido posible.
Pero la más importante fue una mujer, una filósofa que vivió la segunda guerra mundial. Con la que me identifiqué tanto por la batalla de carácter que traía conmigo misma. Leer sus libros me hizo darme cuenta que la guerra más fuerte que yo haya podido experimentar estaba dentro de mí y por fuera estaba tan hábilmente fraguada que era imperceptible y no había salida más que ser diagnosticada por la psiquiatría o la psicología retorcida y tecnócrata y nadie podía ayudarme , más que yo misma.
Recuerdo haber asistido a una conferencia donde se hablaba de ella y sus libros , era gente de edad avanzada que tuvo que lidiar con mi quebranto más grande una fría mañana en la que Jodorowsky estaba por la calle marchando vestido de calaca junto con todo su séquito .
Yo esperaba a que llegaran para fotografiarlos y reportar el suceso en una página en la que compartía notas sobre eventos  culturales. No llegaban y decidí entrar a la conferencia.
Recuerdo que me desesperaba mucho el lenguaje tan simple empleado en todo y no me permitían anotar nada lo que me dificultaba darle forma a sus palabras en mi alterada cabeza. Lloré y no sabía ni qué me sucedía. Bueno pues terminaron  haciéndome soltar de una vez por todas los conflictos que traía amarrados a mí, y en unas horas pude hablar de los tres o cuatro temas que más me fustigaban y una sola respuesta  vino a mover todo.
Hasta la fecha sigue siendo mi base esencial. Y sigo muy agradecida por esta bella instrucción.
Y fue así como terminé entrando a los huertos y la permacultura.
Para mí son un importante y grande paso, muy terapéuticos y sobre todo que te dejan frutos tangibles y reales que puedes palpar y reducir impotencias por exceso de ocio e ignorancia. 

Laboratekio como vinculación de consciencia social

Remembranza 

Por Demian Mondragón
El primer fin de semana de septiembre, en un contexto de marchas en contra dela reforma energética y la reforma laboral para los trabajadores de la educación que transformará el bienestar de miles de familias en México, me doy un tiempo para recordar el curso de Replicadores deLaboratekio, que no es ajeno a estos movimientos deconsciencia social, pues este curso express, desarrollado en un fin de semana, participa de una voluntad por pensar diferente el mundo en que vivimos, comenzando por atender nuestro entorno inmediato, es decir, nuestra cotidianidad en la ciudad; ¿y qué es más cotidiano que lo que comemos? ¿y qué puede ser más trascendental para nuestra salud y nuestra participación social que el lugar de donde vienen los alimentos o su calidad? 

Estos problemas se plantean intrínsecamente en la creación de un huerto urbano, pues si nosotros mismos somos capaces de producir una parte denuestra comida, como las hortalizas, estamos garantizando su cuidado personal, su calidad orgánica y una alternativa al consumismo industrializado que más se ocupa de generar enormes utilidades a las empresas alimenticias que de procurar la calidad de su producto, ni que decir de un comercio justo para el campesino.
El curso de Replicadores de Laboratekio se dividió en dos sesiones de 8 horas. La primera se concentró en el desarrollo de estrategias para comunicar
a un grupo de personas la conformación de un huerto y temas relacionados, como permacultura y agricultura orgánica. El segundo día se practicaron actividades propias del huerto urbano, como la generación de composta, sustrato para almácigos y organoponia e intercambio de semillas. Las sesiones sedieron en un ambiente de cordialidad, mediada por las horas decomida y colación, en las que se presen la oportunidad de conocer a todo tipo de gente interesada en una alternativa de vida, algunos de ellos, miembros de organizaciones sociales. 

De alguna forma, el tema del huerto urbano nos unió para intercambiar experiencias de vida y organización social, lo cual hizo visible que en nuestra ciudad hay mucha gente trabajando por generar una mejor vida que a la que nos ha lanzado el neoliberalismo. Dentro de estos esfuerzos personales y colectivos el huerto se mostró como un medio para practicar esta alternatividad y para comunicarla, ya que ¿a quién que no esté interesado por su salud o por la justicia social no le serviría cultivar parte de sus alimentos en su propio hogar? 

Tal vez mucha gente parece estar cómoda enfrente de sus televisores consumiendo la chatarra que compró en el supermercado, pero al mismo tiempo somos muchos otros los que intentamos un cambio. La importancia de Laboratekio fue dar visibilidad a estos esfuerzos y voluntades y conformar una red que pretende continuar trabajando en una plataforma de intercambio de servicios. A sabemos queno estamos solos, ni estamos locos. El sistema de libre mercado es elque enloqueció, pero al menos, talleres como estos, vinculan a los que intentamos unaparte de cordura en nuestras vidas. Y si nosotros, los individuos, somos las partes que conforman el todo social, entonces éste participa de la vida que intentamos generar.

Taller de replicadores: creando comunidad

Hace varios meses, después de trabajar durante año y medio en diversos espacios convocando a tequios de trabajo comunitario para construir huertos, el equipo de Laboratekio se dio cuenta de que había que modificar el plan.

-El plan al principio era organizar tequios semanales que reunieran las necesidades de las personas para aprender sobre agricultura urbana y permacultura, donde pudieran trabajar, aprender, compartir recursos y construir huertos. Todo esto sin poner al dinero como materia de intercambio, y usando los saberes y los recursos que TODOS podían aportar para hacer que sucediera.

No fue fácil ser pocos organizadores, había que trabajar, estudiar, seguir compromisos familiares y coordinar el tekio cada domingo.

Había pocos organizadores y la vida cotidiana de cada uno dificultaba la organización y el cumplimiento de los objetivos del trabajo, se volvía cansado y las comunidades no lograban formarse de manera continua pues había que desplazarse mucho. Entonces nos dimos cuenta de que la estrategia tenía que cambiar.

No había nada en el equipo organizador que no estuviera también en las demás personas que contaban con un espacio o que podían organizar los tekios. Así que decidimos descentralizar la red, reproducirnos en otros nodos de convocatoria que pudieran coordinar tekios en sus propios espacios. Otros podrían convocar incluso mejor o distinto a nosotros. De esta forma también resolveríamos el problema de realizar actividades sin una huella ecológica tan alta. Es más sencillo trabajar siempre con la consigna de lo local.

Es más fácil trabajar un huerto que se encuentra cerca de casa. Es más rápido llegar un domingo, y menos cansado el desplazamiento. También nos dimos cuenta de que no buscábamos ser «un proyecto» sino un movimiento, y para esto necesitábamos incluir a personas que compartieran nuestro objetivo y estuvieran dispuestas a asumir el reto de volverse coordinadores de huertos urbanos.

Dos de nuestros elementos organizadores ya llevaban tiempo trabajando el tema del medio ambiente, pero para uno de ellos se trató de una experiencia nueva. El aprendizaje en el trabajo nos hizo darnos cuenta de que todos los conocimientos y las necesidades para crear pequeños huertos personales o comunitarios estaban muy al alcance de todos. Una de las cosas más importantes que se necesitaban eran confianza por un lado, y capacidad organizativa y de convocatoria por el otro.

La confianza y las habilidades de organización y convocatoria no requieren de estudios en autoestima ni comunicación. La mayoría de nosotros las usamos alguna vez, y esas fueron las principales cosas que elegimos compartir en el taller de replicadores. Surgían naturalmente gracias a la exigencia del trabajo y cada uno dejaba salir de sí la habilidad cuando estaba lista para usarse.

Decidimos iniciar la red trabajando con los nuevos replicadores por que de ese modo sucederían varias de las cosas que necesitábamos en el terreno:

– Crearíamos una pequeña comunidad que pudiera compartir conceptos, manuales, recursos, habilidades y sobre todo una plataforma de convocatoria.

– Expondríamos las posibilidades y los retos del trabajo que hemos realizado y usaríamos las experiencias difíciles o complejas que se presentaron para mejorar las de quienes se iniciaran en el proceso.

– Conoceríamos su visión sobre el proyecto y su opinión nos ayudaría a diseñar de mejor manera la red (eso ahora está en proceso)

– Nos animaríamos mucho

El taller

Trabajamos el taller con dos meses de anticipación y diseñamos la convocatoria. Diseñamos los temas, la forma de trabajo, la forma de elegir a los participantes, y el ambiente que querríamos dentro.

Enviamos la convocatoria, recibimos ayuda de muchos tipos para su lanzamiento y dejamos que las

solicitudes fueran hablándonos de lo que las personas esperaban del taller. Después de leerlas todas, re acomodamos los elementos. Buscamos sobre todo, que se sintieran bien, relajados, parte de algo que les abría las puertas y que los esperaba con muchos ánimos.

Haciendo uso del concepto de gestión y redistribución de recursos logramos financiar las necesidades materiales y de logística. El taller se financió casi solo, y esto nos permitió abrir becas para quienes en ese momento no podían pagar con dinero el costo del taller. Quienes apoyaron financieramente el taller permitieron que otros pudieran formar parte. Todos y cada uno aportaron algo, y esto es parte fundamental de Laboratekio. La sostenibilidad no es difícil de alcanzar cuando la planeación tiene espacio para ocurrir.

El equipo organizador estaba muy ansioso. (Estábamos)  Era la primera vez que echábamos a andar algo tan lleno de pequeños elementos y con personas tan valiosas que nos prestaron muchas horas de su tiempo para escucharnos. Al final las cosas salieron bien, y todo valió el esfuerzo. Es una de esas ocasiones en las que uno constata el efecto del trabajo, el esfuerzo y la disciplina. Conceptos importantes para Laboratekio, como los ánimos, el contacto humano y la flexibilidad. Los pequeños detalles más valiosos los sostienen los grandes esfuerzos más precisos.

El ánimo de las personas nos ayudó mucho a seguir con los temas y aprendimos más de sus exposiciones personales que de las teorías que teníamos atrás. Otra vez, la experiencia nos enriqueció y nos brindó más energía y sabiduría que la teoría que uno pudiera repasar en un texto.

Hablamos sobre ecología, permacultura, huertos, y creación de comunidades, pero sobre todo hablamos de lo que a cada uno nos mueve. Esa es la riqueza individual que genera abundancia en el trabajo colectivo: el ánimo y el corazón.

Ahora vienen los retos. Estamos muy agradecidas con la Cooperativa Medios Comunes, con la Asociación civil Fundetih, que nos facilitaron sus espacios para la realización del taller. Con los diseñadores de la imagen, Uriel Pérez y Jorge Cruz, nuestra fotógrafa Yadith RiodelaLoza, el equipo de organización: Bárbara Tello y Rodrigo Beleño, los asistentes replicadores que aportaron materiales, alimentos, café y muchas otras cosas, la revista Mundo Verde que nos ayudó a difundir la convocatoria. También agradecemos a Anahí  y a Bianca Sandoval, a todos los que han sido anfitriones de los tequios pasados, y a todos y cada uno de los asistentes a esos tequios.  Sin la perfecta complementación de cada uno de estos elementos, Laboratekio no sería posible.

 

Ahora se están sembrando los nuevos Laboratekios en distintos puntos de la ciudad, y mientras tanto nos preparamos para el segundo taller para replicadores que tendrá lugar a finales de septiembre.

Sobre equilibrios, crisis antídotos y RESISTENCIA

Por Manuel Monzón 

Hace tiempo un compañero de un Área Natural Protegida me decía:

No te acerques a ese árbol, si te cae la resina no te quitarás la comezón con nada, bueno sólo una cosa te la puede quitar, acotó.

El antídoto a tan peligrosa amenaza crecía al lado del árbol que lo causaba, era la resina de otro árbol. Y siempre era así crecían uno al lado del otro, como el ying y el yang. Tan asombrosa revelación me llevó a la siguiente reflexión:

1) La naturaleza tiene equilibrios que aprenderle.


2) Cuando en lo social sentimos que el sistema nos avasalla y no hay salidas, sólo hay que abrir bien los ojos, ahí, también al lado de las formas de expoliación, crecen desde abajo, los antídotos, solo hay que verlos, rescatarlos, sistematizarlos y socializarlos (que son si no la comunidades sustentables, el fundamento del tequio, las prácticas de los indignados, las monedas locales o comunitarias, los huertos urbanos, etc.). 

3) Hemos dedicado mucho de nuestro tiempo a quejarnos más que a denunciar, protestar y organizarnos, hemos convertido la queja en una válvula para nuestra desesperación, indignación, miedos (justificados y no).

4) Al lado del problema también están los cómos, en el campo del trabajo, de la vivienda, del medio ambiente, del género. Se trata de actuar en redes y buscar nuestros propios equilibrios buscando la unidad en la diversidad.

Se trata, como diría Ernesto Sábato, de resistir, pero no de esa resistencia que sólo para los golpes viviendo en un permanente reflujo, sino de una resistencia activa y creativa, como se viene dando en tantas partes del mundo, como esa resistencia que representan ustedes compañeros replicadores del Laboratekio !!!

¿Por qué una RED de huertos urbanos comunitarios?


The Forest Arms Hanging Gardens FEATURE from SINGLE . BARREL . DETROIT on Vimeo.

En los últimos años el interés por aprender a cultivar los propios alimentos ha aumentado debido a varias razones.

Por un lado está la baja calidad de los alimentos procesados que consumimos y que fomentan la existencia de pandemias en todo el mundo relacionadas con el peso, la hipertensión y los problemas cardíacos, además del cancer, entre otros.
Por otro lado tenemos el grave problema del medio ambiente, en donde la industria alimentaria y su crecimiento que obedece a las políticas del mercado antes que a las posibilidades REALES de la naturaleza. Y ante esto, la argoecología, la agricultura urbana y la economía solidaria, entre otras fabulosas apariciones teóricas, se plantean como algunas de las posibles soluciones.

Sin embargo, a pesar de que exista la certeza de que debemos dejar de explotar y aprender a producir más amablemente, no parece tan sencillo modificar nuestros hábitos de consumo ni nuestras actividades.

Vivir en una ciudad parece hacer imposible que existan espacios como huertos comunitarios. Es caro vivir pagando la renta, la gasolina, los alimentos que vienen de muy lejos, el descanso. Es tan caro que debemos trabajar mucho para vivir «tranquilamente» y esto hace difícil que podamos darnos un respiro para imaginar de qué forma queremos vivir, es aún más difícil, o lo parece, encontrar maneras de producir alimentos. ¿Dónde? hace muchos años que no lo hacemos y que nuestros abuelos no lo hacen tampoco.

Pero si lo que estamos haciendo es intentar salir del modelo para mirar e imaginar CÓMO vamos a re inventarnos una forma de vivir, tenemos que salir de la facilidad del juicio y el pretexto de que es difícil.

De ahí surge Laboratekio.

¿El objetivo?

Construir la mayor cantidad de espacios verdes, azoteas, huertos comunitarios posible. Acercar a la mayor cantidad de gente a que ponga manos en la tierra y siembre cualquier cosa. SIN DINERO sin pretextos de imposibilidad. 
                                                              ¿Porqué hacerlo juntos?
Por que es más sencillo. Todos tenemos algo qué dar, y todos tenemos cosas distintas que podemos compartir. Tiempo, espacios, mano de obra, materiales, semillas, información…  lo que permite la red y su organización es aprovechar cada uno de estos elementos.
¿Porqué queremos ser muchos?
Queremos tener amplitud de alcance. Es importante para la organización de un tequio que las convocatorias sean concurridas. En este caso, entre más difusión, más asistentes, y entre más ejemplos de acción organizada sin dinero, más acciones espejo aparecerán.

El video que se muestra en la parte de arriba del post muestra un grupo de personas que en un día
llenan de jardines colgantes un edificio donde antes hubo un incendio. Además del ánimo, la organización y la comida, que son elementos de cohesión grupal, hay un concierto. El arte y el entretenimiento son importantes para las convocatorias. La revolución verde organizada debe ser una celebración. O eso creemos.

Huertos urbanos comunitarios/Un antes y después en NY

Allá afuera hay personas que quieren aprender, personas que ya saben, personas  que pueden trabajar un par de horas, espacios que lo necesitan, tejido social que todos necesitamos como sociedad, hay materiales de desecho por toneladas, y mucho mucho tiempo disponible. Sólo se necesita que alguien ate los cabos de la manera más propicia.

¡A tejer!

Ya viene el taller para replicadores de Laboratekio

La selección natural nos dice que las soluciones se reproducen a sí mismas a través de la repetición y la innovación.

Hace dos años tuvimos el sueño de crear espacios verdes, huertos urbanos comunitarios y azoteas llenas de vida trabajando en una red con forma espiral. Queríamos proponer una solución.

¿El problema? A pesar de que en muchos sectores sociales ya está presente la necesidad de re-aprender a relacionarnos con el mundo vegetal  ya sea para mejorar el medio ambiente, producir los propios alimentos ajenos a químicos y pesticidas, o conocer el mundo detrás de la soberanía alimentaria, estos conocimientos no siempre están al alcance de la mano.

Además estamos acostumbrados a aprender sólo de alguien que consideramos que es un experto. También pensamos que construir un huerto o una azotea verde cuesta mucho dinero e imaginamos que tenemos que esperar a que hayamos ahorrado o a que hayamos tomado un curso que nos permita hacerlo de manera precisa.  Esto disminuye las posibilidades de acercarnos a la agricultura urbana.

Otro de los grandes problemas que conlleva el hecho de vivir en la ciudad es que el estilo de vida de muchos no fomenta el contacto con los otros bajos esquemas que no sean los más comunes. Más allá de la escuela, el trabajo, la fiesta, creemos que es necesario en tiempos en que la violencia y la apatía flotan acechando la rutina, que volvamos a ver el trabajo en equipo y la colaboración como una posible base para fortalecer el tejido social, la seguridad y ¿por qué no? también la economía.

Nuestra propuesta como solución a estas situaciones es trabajar en el diseño de un modelo orgánico de interacción entre distintos elementos. Combinamos las necesidades de aprendizaje, con las necesidades de construcción, con las necesidades de difusión de los empleos verdes, y las necesidades sociales de colaborar. Todo esto sin poner como mecanismo de intercambio sólo al dinero.

Bajo este modelo, quien puede prestar mano de obra, aprende trabajando. Quien puede prestar su espacio para el aprendizaje, recibe mano de obra para su beneficio. Quien trabaja en estos temas y necesita publicidad, obtiene la visibilidad que aporta el brindar un servicio de instrucción y acompañamiento al momento de construir. Si hay voluntad no hay obstáculos.

El resultado, que varía en cada ocasión y espacio, es que todos dan algo y obtienen algo en respuesta. Para que este mecanismo se cumpla, es necesario que haya una persona con esta visión integral de una jornada. Es por esto que ofrecemos el espacio, la plataforma virtual, el nombre (en caso de que lo deseen) para quienes sientan que pueden intentar organizar o participar en una red de trabajo.

¿De dónde tomamos este modelo?  No hemos inventado nada nuevo, como movimiento y colectivo experimental descentralizado, reproducimos el patrón que vemos que funciona en la naturaleza.

Usamos una imagen que aparece muchas veces en la naturaleza: el fractal y la espiral.

Una espiral crece hacia afuera, si logramos crecer de forma mínimamente organizada estaremos creando un modelo que puede replicarse. Éste es el reto. Trabajar en red, como la rama de un árbol que se abre en cada línea para esparcir su forma y su objetivo. Buscamos un fractal que disemine estrategias, ideas, información y experiencias en torno a la agricultura urbana.

Hemos trabajado en varios espacios ya. Cada grupo ha tenido y seguirá teniendo su propio carácter y su propia forma particular de trabajar, organizarse y producir lo que sea que quieran producir. Lo que la red de Laboratekio pretende no es decir qué hacer ni para qué hacerlo. Observando el trabajo que se realiza, el interés de las personas, sus posibilidades de tiempo, dinero, habilidades en esta ciudad, respondemos al problema y la necesidad de un detonante organizativo. Pueden haber grupos de tequios de comida vegetariana, de construcción de muebles, de costura, pintura etc…

Cuando encontramos puntos que pueden ser obstáculos para la creación de más huertos urbanos, azoteas verdes y demás, proponemos una solución, una de ellas es que nos auto enseñemos a pensar de forma creativa y estratégica para crear nuestras propias salidas. Y esta solución no tiene que ver con dinero, sino con una innovadora manera de gestionar recursos, tiempo, habilidades y talentos. Este es el objetivo de nuestro próximo taller.

Sabemos que organizarnos siempre será un reto, pues hemos sido educados para preferir trabajar solos. Pero también sabemos que compartiendo recursos en una red podemos alcanzar nuestros objetivos más rápido y con menos esfuerzo. Para mantener la red y el entusiasmo, dado que la motivación es la base de la sobre vivencia de este tipo de proyectos, nuestra estrategia es hacer de la diversión y la disciplina casi una misma cosa.

Por esto buscamos personas con muchos tipos distintos de perfiles. Estudiantes, jóvenes con tiempo

que están decidiendo hacia dónde mirar, cómo trabajar, amas de casa que tienen espacios disponibles y quisieran producir sus alimentos. Padres de familia que también son amos de la casa. Personas que ya participan en otros grupos, organizando desde distintos frentes o asistiendo a los eventos. Vendedores que podrían distribuir productos de huertos, almacenadores de semillas, ¡de todo!

EL trabajo que requiere una red de este tipo varía bastante. No a todos les gusta organizar, no a todos les gusta ser visibles, tampoco hacerse cargo de algo por completo, pero todos tienen talentos que ayudan y son sumamente necesarios para la organziación. Dibujando, diseñando, enviando correos, conectando personas, tomando fotos, escribiendo, COCINANDO, haciendo videos y casi cualquier otra cosa que aporte al trabajo.

Nuestro objetivo es hacer una ciudad verde. Hacer de lado los obstáculos que podrían evitarlo y jugar con las posibilidades. 

El taller se llevará a cabo el sábado 10 de agosto. Pueden escribirnos, asomarse a las fotos del FB, o quedarse cerca y asomarse a lo que iremos compartiendo sobre el taller y algunos temas.

Próximamente estaremos compartiendo más información sobre el trabajo del taller y las posibilidades de participación. Para revisar la convocatoria pueden hacer click aquí. O escribirnos directamente para pedir informes a laboratekio@gmail.com

¡Abrazos verdes!

Una red de huertos comunitarios en Coyoacán: "Enhuértame Ésta"

Queridos colegas de tequios, ¡tenemos muy buenas noticias! La comunidad crece y los espera al sur de la ciudad.

Como ustedes sabrán, Laboratekio inició hace más de un año con la intención de hacer crecer la espiral de los tequios y compartir el valor de los huertos urbanos comunitarios. Hemos visitado huertos particulares y colectivos, compartido de manera gratuita cuanta información hemos podido a través de pláticas, talleres y práctica, y hemos encontrado sinergia en muchos sentidos, pero nunca habíamos encontrado un grupo que como nosotros, defendiera el trabajo comunitario y el intercambio de saberes y semillas sin fines de lucro.

Hace muy poco encontramos dos grupos que surgieron de la misma intención y estamos muy contentos pues la red se ha triplicado y estamos listos para unir fuerzas: Carrillo Huerto y Narnia.

Carrillo Huerto es un proyecto de huertos comunitarios en Carrillo Puerto, Coyoacán. Un espacio

Foto de Rulo Luna

que hasta hace unos meses estaba en desuso, el día de hoy es un lugar de encuentro de varios grupos de jóvenes y todo tipo de personas que asisten a  aportar mano de obra a cambio de las experiencias en el trabajo del huerto. El equipo de organizadores trabaja coordinando las fechas de visita, difundiendo los avances y dirigiendo la labor en el espacio, ellos, al igual que nosotros, han encontrado los mismos factores que Laboratekio tomaba en cuenta durante el aprendizaje de trabajo con tequios.

Por ejemplo, es importante que la comunidad crezca de manera ordenada, que los visitantes sepan qué hacer, que el ambiente sea de respeto, trabajo y dedicación y que sea un espacio libre de drogas y sustancias nocivas: como las papitas y la coca cola. Además, el trabajo que implica tener un huerto necesita de mucha atención y cuidado: la disciplina acompañada de la diversión es importante, es necesario tener claro el objetivo de cada jornada, y la seguridad del espacio es fundamental. La coordinación del calendario, la difusión y la relación del equipo debe ser realizada con el mismo cuidado que se pone en una lechuga.

Gracias a todo eso, la labor que se ofrece a la comunidad es muy valiosa. A través de las reuniones y la repartición del trabajo se está empoderando a otros y estamos aprendiendo todos juntos a realizar las mismas cosas, de formas libres e innovadoras, compartiendo experiencias y errores que nos ayudan a elaborar un discurso compartido y un sentimiento de comunidad muy grande. Las comunidades de huertos urbanos son espacios fértiles para el crecimiento humano en general.  n.n

Foto: Angelica Romanini

El otro grupo es Narnia. Narnia abrió sus puertas hace más de tres años, y pasó de ser un terreno baldío a un espacio de convivencia y trabajo colaborativo. Como todos los proyectos, en estos tres años ha tenido sus altibajos, y hace poco remontó su ritmo de acción y empezó junto con Carrillo Huerto a convocar a la comunidad a unirse. En el huerto de Narnia pueden encontrarse lechugas, acelgas, y plantas de ornato que hace del ambiente un huertito fresco para disfrutar. Asistir con la bici un día soleado es altamente recomendable, dicen.

Laboratekio apoya en esta fase aprovechando la plataforma comunitaria que se construyó este último año, difundiendo los eventos, compartiendo saberes y ayudando en lo que se pueda.

Juntos, Carrilo Huerto, Narnia y Laboratekio, esperamos hacer crecer la espiral de huertos comunitarios, y ahora somos «Enhuértame Esta«

La red Enhuértame ésta será por ahora la difusora de los tequios y se apoyará en Laboratekio. Los invitamos a mantenerse en contacto y a enterarse de nuestras actividades a través del grupo de facebook: Enhuértame ésta

Pronto más noticias sobre trabajo en los huertos comunitarios, talleres, intercambios, y cursos para ser replicadores del modelo de huertos comunitarios.

¡Saludos verdes! 

Yo estuve en Can Masdeu REPORTAJE


Yo estuve en Can Masdeu
Por Bianca Sandoval
El mundo es muy grande y yo soy muy pequeña, así que para conocer el gran mundo, decidí subirme a un avión y aterrizar en el aeropuerto de Barcelona no sin antes hacer escala en Heathrow,  uno de los aeropuertos de la ciudad de Londres.
Quemé las naves y me quedé en la vieja, engreída y bellísima Europa, preguntándome si ella se sabrá bella y por eso se levantan en lo que antes eran espesos bosques, edificios de mediana altura que me reportan una sensación de alegría, entusiasmo y emoción extrema cuando volteo a verlos.
Cuando hablo de quemar las naves me refiero a que con premeditación, alevosía y nada de ventaja decidí perder el vuelo que me llevaría de regreso a mi dulce y convulsionado terruño.
He vivido durante mes y medio en una ciudad de Catalunya que es bastante aburrida y sosa pero que a cambio de su anodina presencia me ha dado la posibilidad de descansar de mi caos personal y del caos que he vivido durante 38 años en mi amado y odiado Distrito Federal. Mi tía mexicana que vive aquí con su esposo catalán, me ha dado cobijo y mucha buena comida en su casa.
Por añadidura y no sé si por casualidad o por destino, encontré aquí en Lleida un maestro de kundalini que me ha convencido de quedarme un mes más para adentrarme en la práctica sagrada y sanadora de este yoga tántrico.
En quince días estaré de vuelta en Barcelona, en donde estuve de visita el fin de semana pasado redescubriendo sus hermosos callejones repletos de tienditas mágicas en dónde lo mismo encuentras preciosos zapatos de mil colores que jabones carísimos eco-chic. 

Pero Barcelona, ahora que he vuelto y no sé si entonces cuando estuve, es una ciudad que además de creatividad y belleza desborda propuestas alternativas en torno a la permacultura y los huertos urbanos y no tan urbanos.
Por consejo de nuestro amigo Miguel Valencia de Ecomunidades, decidí visitar Can Masdeu, casa ocupa que está emplazada en la parte alta de Barcelona, en la sierra de Collserola.  El edificio que hoy está ocupado por una población fija de 20 personas que crece según el arribo de nuevos visitantes, solía ser el manicomio de Sant Pau.  

Pero lo más sorprendente de Can Masdeu no es que la gente pueda vivir ahí sin sentir “ñañaras” al saberse inquilinos de un antiguo asilo mental, de dormir en donde antes seguro se paseaban y gritaban dolorosamente una decena de almas literalmente en pena.
No señor, lo más sorprendente de todo es que ahí, en Can Masdeu, al subir la cuesta de la montaña y arribar al lugar, se extiende un oasis de huertos montañeses, que cuidan y trabajan felizmente tanto los mismos habitantes del antiguo manicomio, como los visitantes y los vecinos de los barrios de Barcelona que colindan con la casa ocupa.
Los vecinos, habitantes de la ciudad, suben consuetudinariamente a darle mantenimiento a sus parcelas y a cosechar hortalizas frescas para llevarlas a su casa. Algunos de ellos son viejitos que conviven en paz, tranquilidad y total camaradería con los ocupas.
De hecho la ocupa no existiría ya, si no fuera por el apoyo incondicional de los vecinos que impiden que la ley de la fuerza o la fuerza de la ley los des-ocupe de este antiguo “manicure”.
Los huertos son hermosos, están llenos de grandes lechugas, coles, caléndulas y demás maravillas que los huerteros amamos locamente. Y mientras los veía deseaba con fuerza  que toda la pandilla ecoloca del D.F. estuviera ahí conmigo disfrutando de tal vista.
Mi visita en Can Masdeu fue casi como estar en la aldea de Bilbo Bolsón, fue mi viaje a hobitton.
El edificio se encuentra montaña arriba de los huertos y es ahí donde además de vivir, dormir, cocinar y hacer pan para vender, los chicos organizan todos los domingos talleres y visitas guiadas gratuitas además de comidas comunitarias que tienen un costo de 4 euros por persona.
El día de mi visita tuve la buena fortuna de asistir al taller que el colectivo “Permacultura Barcelona” impartió. El permacultor italiano Antonio Scotty estuvo a cargo de explicar a un nutrido grupo de mugrosos (yo incluida) y a uno que otro ciudadano que si se bañó, los principios de la agricultura sinérgica, desarrollada por la catalana Emilia, pero con gran influencia de nuestro siempre admirado maestro Fukuoka San.
Nombres de nuevos personajes interesantes llegaron a mi vida: Barayotis Manitis, agricultor griego que maneja su finca tal como lo hizo el mismísimo “maistro” Fukuoka.
Luciano de Sevilla, un viejillo del que se sabe es quien más tiempo lleva en la práctica de la permacultura acá en España. Marc Bonfils de Bélgica, además del mismo Antonio Scotty quien al parecer también es un referente dentro del ámbito de la permacultura de este lado del océano y quien ha experimentado con diversas técnicas agrícolas además de escribir y difundir sobre temas permaculturosos.  
De todas las cosas que Scotty mencionó en el taller, me quedo con todo, pero me asombraron estos personajes, ¡tan nuevos para mí!,  y me revolotean en la mente sus palabras “Si hay enfermedad en las plantas, es que el suelo no está en buenas condiciones… la culpa no es del patógeno, sino de la pobreza del suelo”
Así como la frase del maestro Fukuoka –mi vaca sagrada- en la que tanto hincapié hizo:
“Es la naturaleza la que hace crecer las plantas, no las personas”.
Reportando desde Europa la bella
Bianca

1er Laboratekio del 2013

El pasado domingo 17 de febrero llevamos a cabo el primer Laboratekio del año en la Azotea de nuestros amigos Diana y Josaphat.

La convocatoria como siempre, se hizo a través de las redes sociales y contamos con la puntual presencia de aproximadamente 25 personas.

El trabajo constó de la creación de varios huacales recubiertos de tetrapack que posteriormente como es costumbre laboratekiosa, rellenamos con tierra preparada en modo de mezcla con composta, hojas secas y tierra. Compartimos una rica comida y muchas experiencias sobre los proyectos de varios de los asistentes.

También sembramos en los módulos de huacales y de pet y en algunas macetas, las semillas que según la agricultura biodinámcia eran propicias por la fecha astrológica.

Al final de la jornada de trabajo vimos el cortometraje: «El hombre que plantaba árboles» y hablamos sobre la importancia de no dejar de trabajar y sembrar, poco a poco, hasta que consigamos sanar desde el suelo hasta el tejido social, que crece gracias a la nutrición de la tierra.

Fue una hermosa mañana y tarde de labor y camaradería.

Lo que uno ama en la VIDA

El día de hoy uno de los nodos fundadores del laboratekio se reunirá por la tarde para discutir sobre los próximos objetivos del proyecto.

Algunas veces cuando nos reunimos tomamos té, hablamos de nuestras vidas personales, de neustros procesos, las cosas que duelen y las que nos motivan, y vamos tejiendo juntas lo que será el próximo telar sobre el cual trabajaremos, como si tejiéramos un tapete con un dibujo de lo que queremos que sea el mundo. Son lindas reuniones.

El Laboratekio surgió de la mezcla entre dos mujeres inquietas que probablemente no tenían muy clara la idea de lo que querían, pero queríamos ver ¡verde!. Yo pasaba por un momento de duelo, y tenía ganas de ver lo opuesto, después de enfrentarme con ciclos que se terminaban, quería ver ciclos que comenzaran, y acercarme a las plantas me ayudó mucho a ver que en la vida unos frutos caen, algunas plantas cumplen su ciclo, y se van y mientras otras ya están naciendo, y la vida se reproduce solita. Solito el ritmo natural da equilibrio y crecimiento. Pusimos manos a la obra y del cielo cayó la idea de trabajar en tekios.

Funcionó bastante bien. La comunidad ha crecido. ¿Hace cuánto que comenzó? ya más de un año. No fue tan difícil lograr reunir a personas con ganas de aprender y trabajar, con espacios que necesitaban verde. Lo complicado ha sido mantener las riendas del asunto. Afortunadamente pocos meses después del comienzo de laboratekio llegó al proyecto una sabia bruja de las plantas que dió contenidos y energías nuevas, y que cuando yo salí por un tiempo de la organización fue de tremenda ayuda. Ahora no sabemos si hay un jefe. No trabajamos así. Claro, se necesita organización, atención, cuidado, energía y mucha lucidez para organizar los eventos y administrar el tiempo, los recursos y los momentos de trabajo, pero todo ha sido bastante natural.

El laboratekio ha sido un proceso colectivo de mucho aprendizaje. Tiene muchas posibilidades, y afortunadamente hemos encontrado muchos tekios hermanos en otros lugares del país como Veracruz o Toluca. Yo me siento muy contenta de poder compartir los momentos de planeación con el equipo. Los días avanzan con esperanza, los tekios itinerantes reciben invitaciones, y ahora vienen nuevos capítulos que nos ayudarán a aprender más, con mejores retos, manteniendo los valores de compartir la vida haciendo comunidad, aprendiendo a aprender y a hacerlo juntos, y encontrar la manera de que los recursos económicos y su eventual ausencia no sean nunca razón ni obstáculo para detenernos en nuestro deseo de vivir en una ciudad cada vez más verde, más feliz y más humana.

Siempre he pensado que intentar cosas nuevas a veces se parece a la locura, pero sólo en los momentos más arriesgados he podido encontrar nuevas maneras de inventar la felicidad. Uno puede inventarse nuevas formas de convivencia (aunque el trabajo comunitario es viejo como las abejas), aunque parezca que las opciones sólo son algunas y que si uno se sale del margen es un loco, el trabajo comunitario nos enseña muchas cosas. Entre otras, la posibilidad de buscar y explorar muy a fondo, hasta sentir que uno no puede llegar más lejos, para encontrar lo que realmente amamos. Lo que nos hace felices, que generalmente puede contagiar a otros, y cambiar el mundo poco a poco, día a día, semilla a semilla, en una infinita espiral. El laboratekio, aunque he descuidado su cuidado, me ha ayudado a encontrar lo que realmente quiero hacer. Los invito a ver el video más arriba. ¿Qué nos mueve? ¿Qué podemos hacer? Hoy se me ocurre que celebrar la vida. Con jardines, no por nada dicen que la esperanza es de color verde.

Después de este cursi post, imagino que estarán cansados de la miel, pero si no: aquí hay mas.

Próximamente tekios itinerantes, comida rica, y lo de siempre…

Isadora Bonilla